“Volviendo a casa con corona … y no de reina”

Manuela, una estudiante cipoleña de intercambio en Barcelona, cuenta la intensa experiencia vivida en la ciudad catalana. Llegó el 1° de febrero a una ciudad libre de coronavirus y tuvo que dejarla el lunes 16 de marzo, cuando ya ocupaba el segundo lugar en cantidad de contagios.

Tendencias - Opinión 18/03/2020 Manuela Sotero (*)
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Llegué a Barcelona el primero de febrero y hasta el momento no se habían registrado casos de coronavirus en Catalunya. Comencé mis clases en la facultad normalmente, me adapté a la ciudad sin ninguna preocupación y sin saber que todo esto no iba a terminar del todo bien. 

El 25 de febrero se conoció el primer caso de coronavirus en Catalunya, un hombre de 33 años, de origen chino, había ingresado a un hospital de Barcelona con los síntomas característicos del virus y así comenzó todo. 

Desde entonces, el número de afectados no dejaba de aumentar. Por el momento ninguno era grave pero cada vez era más difícil disminuir el contagio y los hospitales de a poco colapsaban.

Los días pasaban, los contagios aumentaban, la gente entraba en pánico y no había ni barbijos ni alcohol. 

Vivía en una residencia y todas las noches, mientras cenaba con mis compañeros, hablábamos del virus, pero en forma de chiste ya que todavía no habíamos tomado conciencia de la gravedad de la pandemia.

El jueves 12 de marzo en Catalunya se habían registrado 316 personas contagiadas, 25 casos graves y 6 muertos. Fue entonces cuando Pedro Sánchez, jefe de gobierno de España, mediante una conferencia televisiva anunciaba la suspensión de clases y eventos masivos en España para prevenir el contagio. 

Me tomé el metro llorando, no sabía qué hacer ni qué iba a pasar. Llegué a mi última clase muy angustiada, pero no era la única; todos mis amigos de intercambio tenían la misma incertidumbre, no sabíamos qué iba a suceder. 

Después que distintos profesores nos comunicaron que decidieron de seguir con las clases vía online por prevención, llamé a mi familia en Argentina y decidí volver antes que todo empeore. 

Llegué a mi residencia y comencé a llamar a Latam para cambiar mi vuelo y volver lo antes posible a mi país, pero nadie me atendía en la aerolínea, era imposible comunicarme. 

Mi familia desde Argentina logró cambiar mi vuelo para el lunes 16 de marzo con escala de una hora en Brasil. 

Todo era muy raro, nuevos comunicados cada una hora en España y nuevas medidas de prevención en Argentina, no sabía si iba a poder volver y era realmente desesperante. 

Pasé el fin de semana encerrada en mi habitación de la residencia; una residencia que cuando llegue éramos aproximadamente 150 personas, pero cuando me fui éramos solamente 3. 

Las calles de Barcelona estaban vacías, solo se podía salir a pasear el perro, sacar la basura o ir al mercado o la farmacia. No se aceptaban billetes, el trasporte público se redujo un 50% y cerraron todo. 

Todos los días a las 20hs. toda España salía a sus balcones a aplaudir y agradecer a todo el personal de sanitario.

El lunes 16 comenzaba la cuarentena para todos los españoles, a partir de las 8 de la mañana de ese día todos debían permanecer en sus casas y llegaba gendarmería para tomar las calles y controlar que la gente no salga, en otras palabras, se repetía la situación que vivía Italia.

Llego el día de mi vuelo, El Prat, aeropuerto de Barcelona, no era concurrido como cualquier otro día, había muy poca gente y en general eran extranjeros tratando de volver a sus casas. El check-in lo hice sin ningún problema, pero el control para acceder al pre-embarque era más riguroso que en otras ocasiones. 

Después de hacer migraciones y largas filas, las cuales estaban vigiladas por seguridad que pedían tomar distancia de al menos un metro entre persona y persona, llegué a la sala de pre-embarque donde estaba todo absolutamente cerrado y esperé a que saliera mi vuelo.

Después de una larga espera subí al avión, el cual salió demorado por trafico aéreo, las azafatas usaban barbijos y guantes de látex y constantemente utilizaban alcohol en gel. 

Llegué a Brasil con un poco más de tranquilidad ya que estaba más cerca de casa. Cuando el avión aterrizó una pasajera manifestó sentirse mal y ante la duda se aplicó el protocolo, hicieron que los pasajeros y la tripulación permaneciéramos sentados, subió un grupo de personas con trajes amarillos y muy tapados; parecía una película, revisaron a la pasajera y cuando vieron que no eran síntomas del virus dejaron que bajáramos del avión.

Tenía menos de 20 minutos para llegar a mi próximo avión con destino Argentina. Corrí por casi 10 puertas hasta llegar a la mía, el avión ya estaba casi lleno, pero igual se demoró en salir esperando a distintos argentinos que se habían retrasado en sus vuelos.

En el aeropuerto de Brasil era todo normal, los vuelos salían, la gente no usaba barbijos y estaba todo abierto. 

Una vez que se cerraron las puertas de mi último vuelo, y ya en el aire, la tripulación repartió un papel a todos los pasajeros donde teníamos que completar con algunos datos; contacto de emergencia; donde había estado los últimos 15 días; dirección; teléfono; documento; etc. 

Al final de la hoja había que firmar y dar constancia de que íbamos a realizar la cuarentena de 15 días propuesta por el gobierno y en el caso de no realizarla se detallaban una serie de penalidades que nos podían aplicar.

El avión aterrizó en Ezeiza, se abrieron las puertas y el personal avisó que los pasajeros debían bajar en grupos de 50 para que no se generara acumulación de personas. Al bajar pedían que tuviéramos una distancia de un metro con la persona de adelante. 

Antes de llegar a migraciones nos hicieron pasar a todos por al lado de una máquina, que parecía una cámara de televisión, la cual se encargaba de tomar la temperatura corporal de todo el que pasaba por ahí. 

Llegué a migraciones, de vuelta filas de un metro de distancia, adelante mío había una mujer de centro américa a la cual no dejaron entrar a Argentina y la acompañaron para asignarle otro vuelo y que volviera a su país. 

Agarré las valijas, pasé el ultimo control y fui directo a buscar mi taxi que había reservado con antelación. 

Mientras salía empecé a caer en la realidad, no había caras conocidas, no había carteles de bienvenida ni globos, éramos solo yo y el chofer que me llevó a mi casa, era todo bastante triste y me esperaban 15 días encerrada de cuarentena, pero por suerte y después de haber pasado por tanto había llegado a mi país y pude volver a casa.

Manuela(*) Manuela Sotero - Estudiante Comunicación Social UADE, Argentina – Universidad Blanquerna, Barcelona, España

 

 

 

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