Soledad, la joven glacióloga que trabaja a bordo del Irízar y llegó a la Antártida

A sus 36 años, la geógrafa Soledad Tiranti tiene la fundamental tarea de detectar hielos riesgosos durante la trayectoria del buque y asesorar al comandante sobre los trayectos más seguros para arribar a cada base antártica.

Soledad Tiranti tiene 36 años y, por primera vez en su carrera como geógrafa, está cumpliendo "el sueño" de ser glacióloga del Servicio de Hidrografía Naval (SHN) a bordo del rompehielos ARA Almirante Irízar, un rol clave para que el buque, que navega en la Antártida entre campos de hielo, llegue a las bases argentinas de forma segura, dijo la experta en el marco de la Campaña Antártica de Verano (CAV).

"Siempre se lleva a un glaciólogo en el buque y siempre fueron mujeres civiles", detalló Tiranti a Télam en su oficina de a bordo, ubicada cerca del puente de comando, mientras la embarcación navegaba entre hielos.

Su principal función es detectar hielos riesgosos durante la trayectoria del buque y asesorar al comandante sobre las posibilidades más seguras de trayectos de navegación para llegar a cada base antártica argentina, que son reabastecidas con combustible, víveres y personal para todo el año.

"Tenemos que ir sí o sí a las bases, haya más o menos hielo. Por la Antártida podemos navegar desde noviembre hasta mayo -como máximo- cuando empieza a haber condiciones adversas como la falta de luz solar y el congelamiento del mar", explicó la licenciada en Geografía.

Antes de esta experiencia, Tiranti trabajó en el Ministerio Desarrollo Urbano de la Ciudad de Buenos Aires -actualmente Secretaría-, donde se especializó en fotogrametría, una técnica que implica tomar fotos secuenciales de la ciudad desde un avión para generar la visión en 3D a través de un software utilizado para realizar mapeos y morfología urbana.

También se especializó en sistemas de información geográfica para cartografía digital.

Estas experiencias le sirvieron para llegar a ser glacióloga en el Irízar porque "no hay dónde se aprenda cómo leer el hielo a nivel satelital", y eso "es un oficio", aseveró.

"El primer día en el buque estaba nerviosa porque era todo nuevo y es un trabajo de mucha responsabilidad. A partir de la información que le damos al comandante, él decide qué hacemos al día siguiente y puede significar que se atrasa o se avanza en el cronograma de viaje", explicó la joven experta.

Y subrayó que "viajar era un sueño a cumplir. Nunca pensé que como civil y como geógrafa iba a tener esta oportunidad. Tomo este trabajo como una aventura, porque ningún día es parecido al anterior".

En la actualidad, Tiranti cursa un posgrado en Teledetección -la captación de información a partir de imágenes satelitales- en la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires.

La oficina de Tiranti está ubicada en el mismo piso que el puente de comando del rompehielos, y desde allí analiza las imágenes satelitales de radar y ópticas provenientes del satélite argentino Saocom.

Su día laboral comienza a las 8 de la mañana, cuando descarga las imágenes, las analiza y genera la exportación de las cartas glaciológicas.

Después realiza observaciones de hielo cada seis horas y las codifica a las 9 de la mañana, a las 3 de la tarde, a las 9 de la noche y a las 3 de la madrugada, con ayuda de la meteoróloga y glacióloga, cabo principal Sabrina Quinteros.

"Los hielos más peligrosos son los terrestres, como los témpanos, 'tempanitos' y 'gruñones'", advirtió.

Y precisó que "los gruñones son como rocas transparentes, muy duras, que, con el oleaje, se dejan ver muy poco, y se los llama así por el ruido que generan".

Estos hielos tienen un origen terrestre porque se originan por las rupturas naturales de glaciares y barreras de hielo.

"El radar manda señales que rebotan en objetos como los témpanos que, cuando son de gran tamaño, se distinguen en las imágenes satelitales como superficies blancas y brillantes. En cambio, cuando se trata de témpanos de menor tamaño, se ven como puntos blancos", explicó.

No obstante, "a los gruñones el radar no los detecta, por eso son tan peligrosos", advirtió.

Para verlos es indispensable la observación humana, como la que realizan los señaleros del puente de comando con los binoculares.

"Del volumen del témpano, un octavo es lo que vemos sobre la superficie del mar y siete octavos lo que no vemos", recordó Tiranti.

Lo que analizan a diario es "si hay hielo terrestre a la deriva y si hay hielo marino", detalló.

Además, para los asesoramientos, Tiranti tiene en cuenta cómo se comporta cada base y cuál es la más operativa según la temporada.

"En Petrel había témpanos -a mediados de enero-, mucho escombro de hielo sobre la costa por el viento, que es normal. Pero, si viniéramos en invierno, habría un hielo fijo que no nos permitiría operar, sería imposible", explicó.

Luego subrayó que Marambio "es una base difícil porque ahora tiene más hielo de lo normal y las condiciones meteorológicas son adversas para operar", y Belgrano II, la base argentina más austral, "tiene toda la costa con mucha concentración de hielo marino y, dentro de ese campo, puede tener témpanos de diversos tamaños".

Nacida en la localidad bonaerense de José C. Paz, a Soledad siempre le gustó la geografía.

"Desde chica cuando iba a la secundaria leía enciclopedias, veía documentales de la Tierra, quería seguir geología también. Siempre me gustó estudiar la Tierra en todas sus dimensiones", aseveró.

Actualmente reside en Ciudad de Buenos Aires y contó también que es la única de su familia que se dedica a esta disciplina.

"Mi mamá estudió unos años odontología, pero tuvo que dejar; mi papá es peluquero y mi hermano actor. Cuando le dije a mi familia que iba a venir a la Antártida no podían creer que me haya llegado la oportunidad. Esta experiencia me cambió la vida y todavía no terminó el viaje", dijo.

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