Home office, virtualidad y vuelta a la presencialidad

Durante el 2020 las formas de trabajo y estudio se vieron afectadas de una u otra forma por la pandemia. Nuevas maneras de vida tuvieron que aparecer, y el home office y la virtualidad pasaron a ser parte de la cotidianeidad de muchas personas.

El teletrabajo, trabajo remoto (o home office) existe hace años y en mucho de los casos ha sido más que nada usado por los freelancers (trabajadores autónomos que se desempeñan de forma independiente ofreciendo sus servicios en distintas áreas). La diferencia con lo ocurrido en pandemia es que la gran mayoría de los empleados no tuvieron elección y comenzaron a trabajar desde la casa por necesidad.

En una situación similar se vieron aquellos y aquellas estudiantes que tuvieron que cursar varios cuatrimestres de forma virtual. Algunos comenzaban su vida universitaria y lo que primero que vivieron fueron las clases a través de una pantalla. Otros pudieron vivir lo que era un “cursado tradicional” (presencial) para luego hacer materias de forma remota. 

La realidad es que tanto los trabajadores como los estudiantes (y todo el equipo de docentes y no docentes) tuvieron que adaptarse no solo a una nueva rutina de estudio y trabajo pura y exclusivamente virtual, sino a aprender a compaginar las obligaciones cotidianas con esa nueva forma de vida. Sin contar al condimento extra que fue la pandemia misma. 

Llevar la vida de la oficina o el estudio directamente a los hogares fue desde luego una carga mental, pero también física. Muchas personas no contaban con el espacio necesario para realizar todas estas nuevas actividades. La tecnología se volvió primordial, tanto que en esa época subió la compra de celulares, computadoras, tablets, auriculares, cámaras web y micrófonos. Aplicaciones como Zoom, Google Meet, Classroom y otras, fueron las protagonistas de ese confinamiento.

Costó mucho trabajo poder acostumbrarse a ese estilo de vida, balanceando lo virtual con la vida cotidiana. Viviendo todo a través de una pantalla, experimentando situaciones familiares y laborales/estudiantiles en el mismo lugar, sin –en muchos casos- la posibilidad de salir a tomar aire fresco y despejarse.

Los docentes tuvieron aprender a enseñar con todos estos nuevos medios y plataformas, sorteando obstáculos de aprendizaje distintos a los que aparecían antes. Los alumnos debieron aprender a través de una pantalla, tratando de aprobar materias de forma distinta a como venían haciéndolo, encontrando en muchos casos, espacios para estudiar en el caos de una casa donde todos estaban encerrados y tratando de llevar eso lo mejor posible.

Cuando todo este nuevo ámbito comenzó a ser más aceptado y la gente ya tenía sus rutinas incorporadas, fue que se empezó a hablar de la vuelta a la presencialidad y para muchas personas implicó un cambio drástico otra vez. El virus estaba siendo controlado, los hospitales no estaban tan colapsados y ya se estaban aplicando las primeras dosis de las vacunas.

Lo psicológico se vio muy afectado tanto al entrar a esa nueva realidad como para salir de ella y enfrentar la “nueva normalidad”. Pero era evidente que en algún momento se iba a volver a la presencialidad, aunque esto conllevara muchos cambios. Volver a trabajar y estudiar como antes del 2020 implicaba salir de casa y de la comodidad que, de cierta forma, se había generado. A esto se le sumaba salir, pero seguir acatando las normas sanitarias por el Covid-19.

Se planteaban muchas dudas sobre los espacios de trabajo, las aulas funcionando a mitad de capacidad, las “burbujas sociales”, los tiempos entre clases para sanitizar los lugares, etc. Ni los empleadores, ni los directivos de los colegios sabían cómo iba a funcionar esta situación, mucho menos los empleados y los estudiantes. En los colegios se segmentaban a los alumnos y en la facultad se hablaba de un “cursado híbrido” donde algunas materias serían presenciales y otras virtuales.

El estrés fue inminente en relación al trabajo, por ejemplo. Existía por un lado la presión por mostrar productividad presencial en relación al tiempo en el que el trabajador ha realizó esa labor desde su casa. Esta presión llevó a muchos a creer que sus puestos de trabajo peligraban por no mostrarse productivos.

La pandemia dejó muchas enseñanzas y protocolos para saber cómo actuar en momentos así. Muchas empresas no tenían contemplado al home office como una alternativa de trabajo y ahora es algo que se implementó en su totalidad o en cierta medida. Muchas universidades tuvieron que replantearse sus programas de estudio y metodologías, por lo que ahora han dejado a muchas materias en la virtualidad para mayor comodidad. 

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