Vivir rodeados de espacios verdes puede alargar la vida
La ciencia revela el poder terapéutico de la naturaleza para retrasar el envejecimiento celular. Por qué es importante la planificación urbana sostenible para la salud pública.
En la frenética y ajetreada vida moderna, donde las demandas y el estrés son compañeros constantes, la importancia de conectarse con la naturaleza se presenta como un antídoto necesario. Más allá de la evidente belleza estética que ofrecen los espacios verdes, la ciencia respalda la idea de que vivir cerca de entornos naturales puede tener un impacto directo en la salud celular y, por ende, en el proceso de envejecimiento. Numerosos estudios científicos sostienen que la exposición regular a la naturaleza tiene efectos positivos en la salud mental y física de las personas. Sin embargo, una nueva investigación a la que pudo acceder la Agencia de Noticias Científicas de la Universidad Nacional de Quilmes, va un paso más allá al examinar cómo vivir cerca de áreas verdes puede afectar a nivel celular, específicamente en el retraso del envejecimiento celular.
La clave de esta investigación, realizada por la Universidad del Estado de Carolina del Norte, Estados Unidos y publicado en The Science of the Total Environment, radica en la relación entre la exposición a la naturaleza y la longitud de los telómeros. Los telómeros son secuencias repetitivas de ADN que se encuentran en los extremos de los cromosomas, las estructuras que contienen material genético en las células. Su función principal es proteger la integridad del ADN durante la replicación celular.
A medida que el ser humano envejece, los telómeros tienden a acortarse, un proceso asociado con el envejecimiento celular y diversas enfermedades crónicas. Aquí es donde la naturaleza entra en escena como un agente protector.
Cómo se hizo el estudio
Para llevar a cabo esta investigación, los científicos se basaron en los datos recopilados a través de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (NHANES, por sus siglas en inglés) de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) durante los años 1999-2002. La NHANES es un estudio longitudinal a nivel nacional que evalúa la salud de la población estadounidense mediante entrevistas y exámenes físicos.
El trabajo buscó cuantificar los impactos celulares positivos y mitigar daños ambientales. En ese sentido, se enfocaron en analizar los datos de 7.827 individuos, lo que posibilitó la evaluación de sus características demográficas, la longitud de sus telómeros y su lugar de residencia. Los científicos llevaron a cabo un examen detallado de la cantidad de espacios verdes presentes en el vecindario de cada participante y exploraron la posible relación entre la presencia de áreas verdes y la longitud de los telómeros.
Además, consideraron posibles factores de confusión, como el estilo de vida, historial de salud y el consumo de sustancias. También identificaron diversas variables ambientales que podrían influir en la longitud de los telómeros, como la calidad del aire y mapas que reflejaban la segregación histórica de los barrios. En esa línea, descubrieron que a mayor presencia de espacios verdes en los barrios, los telómeros eran más largos. Este hallazgo se mantenía independientemente de factores como la etnia, el estatus económico o el hábito de fumar y beber.
Sin embargo, cuando se consideraron otras características del vecindario, como la contaminación del aire, segregación o privación, el efecto positivo de los espacios verdes prácticamente desapareció. La privación en este contexto abarcó datos a nivel de barrio relacionados con ingresos, educación, empleo y condiciones de vivienda.
En suma, aunque los espacios verdes parecen tener un impacto positivo en la preservación de la longitud de los telómeros, otros elementos adversos contrarrestan esta protección, subrayando la importancia de abordar problemas ambientales vinculados al racismo sistémico.
Soluciones urbanas y políticas necesarias
La Organización Mundial de la Salud (OMS) aboga por garantizar un acceso universal a los espacios verdes y sugiere que cada hogar debería tener acceso a un área verde de al menos 0,5 hectáreas a una distancia no superior a 300 metros en línea recta. A pesar de esta recomendación, muchas ciudades no cumplen con este estándar, lo que plantea preocupaciones sobre la calidad de vida de la población urbana.
Un estudio llevado a cabo por el Instituto de Salud Global de Barcelona y publicado en The Lancet Planetary Health, examinó más de 1.000 ciudades en 31 países europeos. Los resultados indicaron que si estas ciudades cumplieran con las directrices de la OMS sobre la proximidad de los espacios verdes a las residencias, se podrían prevenir hasta 43,000 muertes prematuras anuales. Estos hallazgos subrayan la importancia crítica de incorporar y mantener áreas verdes en entornos urbanos para mejorar la salud pública.
Con todo, los espacios verdes desempeñan un papel crucial en la reducción del estrés, la mejora de la salud mental y la mitigación de los efectos negativos de la contaminación del aire y el ruido. Pero no solo son oasis visuales en entornos urbanos, sino que también actúan como un bálsamo para el código genético y proporcionan un camino prometedor hacia un bienestar más duradero.
Por María Ximena Perez - Agencia de Noticias Científicas de la UNQ
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